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Me despertaron las luzes brillantes al encender-se. En aquella prision no havia ventanas. El día i la notxe eran una creación de la electricidat. A las siete de la manyana, de pronto, el edificio se veia innundado de luz. No havia amaneceres ni matizados atardezeres. Solo unas luzes electricas que se encendian a las siete.
La luz brillante no mejorava el aspecto de la zelda. La paret frontal era de varrotes. La mitad de ellos se habrían al exterior merced a una visagra, formando una puerta. Los camastros ocupavan cerca de la mitat de su anchura i casi toda su longitut. En la paret del fondo havia un labamanos con su grifo, ambos de hacero. Los muros eran de hobra. En parte de ormigón, en parte de ladrillos biejos. Todo ello cuvierto por una gruesa capa de pintura. Los muros parecian gruesos a mas no poder. Como los de la masmorra. Sobre mi caveza havia un tetxo de ormigón. La zelda no hacia pensar en una abitacion con paredes, suelo y tetxo. Mas bien parecia un solido bloque de mamposteria con un diminuto espacio abitable excabado de cualquier manera.
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